LA INDISOLUBILIDAD MATRIMONIAL EN LA BIBLIA

Volvemos a las clases del sacramento Matrimonio, después de un tiempo -más de un mes y medio- que se ha hecho “eterno”. Aprovechamos la cuarentena para leer un poco sobre esta cuestión de la indisolubilidad del matrimonio y de paso seguimos avanzando en el curso.

Ahora vamos a ver esta propiedad del matrimonio tal como se ha enseñado en la Escritura, sin ánimo de hacer un tratado de exégesis completo.

En la Sagrada Escritura son claras las referencias a la indisolubilidad del matrimonio. Pero a la vez no ofrece duda alguna el hecho de que, en la Biblia, se da una normativa jurídica que permite y regula el divorcio; y, además, hay unas palabras del Señor que parecen dejar abierta esa posibilidad, por los menos en algunos casos (Mt 5, 32; 19, 9).

Se trata de tres cuestiones: la indisolubilidad del matrimonio en la Biblia; las cláusulas divorcistas, y, por último, textos poco claros en la enseñanza de Jesús. Iremos viendo una a una.

La enseñanza sobre la indisolubilidad.

El Antiguo Testamento

El designio originario de Dios sobre el matrimonio es que sea indisoluble; pertenece al proyecto creador de Dios: «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».

El texto habla claramente de que se trata de una unión íntima, total y duradera; no es una unión temporal y externa. Hacerse una sola carne es instaurar una comunión que reclama por sí misma la indisolubilidad.

Después, sobre todo con los profetas, la fidelidad matrimonial es presentada como una imagen de la fidelidad de Dios a la Alianza. El adulterio, en cambio, es un símbolo de la infidelidad del pueblo para con Dios.

Por otra parte, aunque por el pecado se introdujo la «dureza del corazón» en el ser humano, hasta el punto de que Moisés hubo de permitir «dar el acta de repudio», el divorcio se consideraba siempre como una excepción a la ley originaria de la indisolubilidad.

El libelo de repudio a que se refiere el Deuteronomio no es una «licencia» para divorciarse, es sólo la prohibición del matrimonio de una divorciada. Sólo el judaísmo posterior interpretó este pasaje como la concesión de un privilegio a Israel, por ser el pueblo de Dios.

El Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento la afirmación de la indisolubilidad del matrimonio se hace expresa y directamente. Se recuerda que es una propiedad que pertenece al matrimonio a la vez que la concesión del acta de repudio o divorcio no debe ser permitida, ha quedado abolida.

Los textos principales se encuentran en los evangelios y en los escritos paulinos.

Las variantes más notables son:
Mc trata de ilicitud del divorcio considerado de manera general;
en cambio, Mt contempla la cuestión desde la consideración de los motivos que «podrían» justificar el divorcio;
pero la variación más fuerte es la cláusula «divorcista» aducida en Mt 5, 32 y Mt 19, 9: «a no ser en caso de fornicación», como se verá después.
Los textos paulinos de mayor interés son I Cor 7, 10-11 y Rm 7, 2-3.

-Evangelio

a) El texto de Mt 19, 3-9:
Se le acercaron unos fariseos que, para ponerlo a prueba, le dijeron: ¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera? Él respondió: ¿no habéis leído que el Creador, desde el principio, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió que no lo separe el hombre. Dicenle: Entonces ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla? Respondióles: Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestra cabeza, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -salvo el caso de fornicación- y se case con otra, comete adulterio.

Se aborda aquí directa y formalmente la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio. A la pregunta sobre cómo ha de interpretarse la ley de Moisés que permitía el divorcio si de una manera rigurosa o de una manera laxista, el Señor no entra en la casuística presentada por los fariseos y responde recordando el designio originario de Dios sobre el matrimonio.

Según este designio el matrimonio es indisoluble, y, en consecuencia, debe quedar abolida cualquier práctica que no sea conforme con el plan divino («al principio no fue así»; por tanto, «lo que Dios unió que no lo separe el hombre»).

El matrimonio es de tal manera indisoluble que comete adulterio tanto el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, como el que se casa con la divorciada. (Lo mismo vale de la mujer respecto del marido). Si se comete adulterio es porque el matrimonio anterior no se ha disuelto, sino que permanece. El Señor confirma de manera absoluta la indisolubilidad del «principio».

Por tanto, la indisolubilidad es una propiedad de todo verdadero matrimonio, no sólo del matrimonio cristiano. Es tal la radicalidad de las afirmaciones del Señor con relación a la ley mosaica sobre el divorcio que los discípulos se atreven a manifestarle su extrañeza. Pero el Señor no aminora la doctrina, insiste de nuevo en proclamar la indisolubilidad. Propone esta enseñanza como definitiva.

b) Con la misma fuerza es afirmada la indisolubilidad en Lc 16, 18: Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con una repudiada por su marido, comete adulterio.

-Los escritos paulinos son, como vimos, Rm 7, 2-3 y I Cor 7, 10-11 recogidos en clases anteriores sobre la unidad del matrimonio. A la cuestión planteada por los cristianos de Corinto, el Apóstol propone como enseñanza del Señor, no suya, que:

a) la mujer no se separe del marido; pero si se separa puede hacer dos cosas: no casarse de nuevo o reconciliarse con el marido;
b) el marido no despida a la mujer: si lo hace, tampoco puede casarse de nuevo. (El Apóstol no dice explícitamente que no pueda volver a casarse. Eso, sin embargo, se deduce sin dificultad dado que, como hace notar el mismo texto, marido y mujer tienen los mismos derechos y obligaciones).

Para San Pablo la prohibición del divorcio no ha sido introducida por la Iglesia (disposiciones eclesiásticas), se debe a una disposición del Señor (disposiciones divinas). (La misma enseñanza se repite en Rm 7, 2-3).

El motivo de la prohibición del divorcio que proclama el Apóstol como enseñanza del Señor está en que, según el designio divino del principio, el hombre y la mujer unidos en matrimonio forman «una sola carne». Y esta unidad es signo, a la vez que participación, de la unión absolutamente indisoluble entre Cristo y la Iglesia (Ef 5, 22 ss.).



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