¿CÓMO SE INTEGRA LA SEXUALIDAD A LA PERSONA?


LA INTEGRACIÓN DE LA SEXUALIDAD EN LA PERSONA


No es nada nuevo afirmar que la persona constituye una unidad de alma y cuerpo. Lo vimos más de una vez en estas clases y lo repetimos, como introducción necesaria: la unidad del hombre es en la que se debe realizar la integración de la sexualidad a la persona, por tanto, es la condición previa para vivir humanamente la sexualidad.

Si no hubiese unidad, ciertamente habría separación del cuerpo, por un lado, y del alma, por otro. En consecuencia, la sexualidad podría formar parte o integrarse, o al cuerpo o al alma, o a ambos. Como consecuencia de esta idea -nada feliz-, no se podría vivir humanamente la sexualidad. Por ejemplo, la sexualidad unida sólo al cuerpo implicaría que su ejercicio sería un acto meramente físico, como cualquier otro, sin consecuencias morales.

De todos modos, esta perspectiva de considerar la integración de la sexualidad a la persona, como unidad, no suprime sus componentes: cuerpo y alma. Hay que decirlo; no se pretende negar la naturaleza humana.

La facultad sexual es de la persona, y como tal no “necesita” ser integrada en la persona, como si fuese algo externo que hay que añadir o acoplar a la persona, porque “forma parte de...” La condición sexual integra constitutivamente toda la persona; en este sentido no hay que hacer ningún proceso de integración.

Así, el hecho de que la fecundidad biológica no sea continua, sino que responda tan sólo a épocas determinadas cíclicamente ha llevado a algunos autores a afirmar que la sexualidad debe ser asumida en la esfera “humana” y estar regulada sólo por ella. Un intento de quitar la sexualidad de la esfera ética, espiritual y trascendente.

La dimensión procreativa, siguiendo esta línea errada de pensamiento, sería algo no humano -infrahumano; animal-. Es la conclusión a la que se llega desde una concepción de la naturaleza humana que se identifica con la biología.

Entonces, ¿en qué consiste la integración? ¿Cómo se da? ¿De qué se trata? Por lo que llevamos dicho, hay dos modos de integración: la natural -a la que hacíamos referencia recién, si es que podemos hablar de integración en este sentido- y la ética.

En consecuencia, sólo puede entenderse la integración de la sexualidad a la persona como integración ética, es decir, como actividad que tiende al bien de la persona.

La integración ética de la sexualidad estará siempre vinculada a la participación de la espiritualidad y libertad en el ejercicio de la facultad sexual. Cuanto más transido esté de racionalidad y libertad el ejercicio de la sexualidad, más participará de la condición “personal”, y más integrada éticamente.

Por tanto, la subordinación de los dinamismos físico-fisiológicos, psicológicos... a los espirituales, es una exigencia de la misma estructura de la sexualidad, en tanto que dimensión del hombre, es decir, de la persona.

Ahora bien, es evidente que esta integración sólo podrá hacerla la voluntad, y para ello son presupuestos irrenunciables: el conocimiento de la verdad y del bien de la sexualidad; y el dominio necesario para dirigir hacia esa verdad y bien los diversos “dinamismos” de la sexualidad. Esto es lo que veremos a continuación.

El conocimiento de la verdad y del bien de la sexualidad.


Para obrar libremente, es necesario conocer primero la naturaleza de las cosas sobre las que se actúa. La ética no está al margen de la naturaleza.

A diferencia de los animales, el hombre no está sometido a las leyes de su naturaleza de modo automático, sino que tiene capacidad de actuar sobre ella y de hacerlo de una manera o de otra, libremente. Así es el orden de las cosas.

No significa que se oponen naturaleza y libertad, sino todo lo contrario, una alimenta a la otra, y la potencia.

La verdad, el bien de la naturaleza en el tema que estamos tratando, se conoce, en primer lugar, en la sexualidad misma, en las inclinaciones de la sexualidad, porque se trata de inclinaciones humanas. Y, en consecuencia, conociendo “el bien” de la sexualidad, se conoce el camino para realizarlo.

-Las inclinaciones de la sexualidad no constituyen en sí mismas e inmediatamente las normas de la moralidad sexual, como a alguno le gustaría. Pero esas inclinaciones sí son el camino que permite conocer la verdad y el bien de la sexualidad que han de observarse para que la actividad sexual sea recta.

-Además de la ley natural para conocer la verdad y el bien de la sexualidad, Dios ofrece al hombre la ayuda de la Revelación, cuya plenitud es Cristo mismo. De esa manera es capaz de llegar a penetrar en el bien y significado de la sexualidad en el orden sobrenatural, es decir, en el bien del hombre incorporado al misterio de Cristo Salvador.

El dominio de la castidad en la integración de la sexualidad.


El segundo paso en la integración de la sexualidad es el dominio o señorío racional sobre la propia sexualidad.

Como es sabido el dominio sobre la naturaleza puede ser el que corresponde a la racionalidad técnica o el de la racionalidad ética. Uno y otro responden a un tipo de racionalidad esencialmente diferente.

Para la racionalidad técnica lo que prima es la eficacia: que el medio sirva para conseguir el fin. Para la racionalidad ética, en cambio, el criterio principal es la conformidad de la actuación con el proyecto de Dios inscrito en el ser de las cosas y conocido por el entendimiento práctico.

En la valoración de la sexualidad no se puede, por tanto, prescindir de la naturaleza de las cosas sobre las que se actúa. El hombre no es el creador de la verdad y del bien. Su cometido consiste en descubrir esa verdad y bien y, una vez conocidos, conformar con ellos su actividad.

El dominio de la racionalidad ética reside en respetar la verdad, los significados y bienes de la sexualidad, integrándolos en el bien de la persona, lo que sólo es posible si se observan los valores éticos de la sexualidad.

Como consecuencia del pecado original el ser humano experimenta que en su humanidad se ha quebrado la armonía de la sexualidad en la unidad interior y también en la relación interpersonal entre el hombre y la mujer. Con frecuencia se advierte el bien que debe hacerse, se percibe la verdad de la sexualidad y, sin embargo, realizarlo exige lucha, cuesta esfuerzo. Precisamente este es el cometido de la castidad, que se puede definir como la virtud que orienta la actividad de la sexualidad hacia su propio bien, integrándolo en el bien de la persona. Es la virtud que impregna de racionalidad el ejercicio de la sexualidad.

Sólo así el lenguaje de la sexualidad no se degrada y responde a la verdad que está llamada a expresar. La castidad lleva a percibir el significado de la sexualidad y a realizarlo en toda su verdad e integridad.

Al hombre, cuya naturaleza está caída después del pecado, vivir la castidad no le sería posible sin el auxilio de la Redención y de la gracia. Como el hombre está integrado a la Redención, y, en consecuencia, incorporado a Cristo, el pecado ha sido vencido. La integración ética ya ha comenzado desde la Cruz, aunque de forma definitiva sólo tendrá lugar al final con la resurrección de los cuerpos. Precisamente ese final es el que descubre el horizonte de integración de la sexualidad en el bien de la persona a lo largo del proceso redentor ya iniciado.

Sin embargo, la persona humana perfecta no es un sujeto espiritual privado del cuerpo; no es una persona en la que sus dimensiones constitutivas estén dinámicamente en oposición entre sí; no es una persona en la que la unificación ocurra por negación. Es la persona como unidad -alma y cuerpo- en la que se da una perfecta participación de todo lo que en el hombre es psicofísico, en lo que en ella es espiritual.

En cuanto virtud propia de los casados, la castidad conyugal está indisociablemente unida al amor conyugal. Integra la sexualidad de tal manera que puedan donarse el uno al otro sin rupturas ni doblez. Está exigida por el respeto y estima mutuos que como personas se deben ya los esposos; además de que así lo reclaman también los otros bienes del matrimonio. Es una virtud que está orientada al amor, la donación y a la vida.

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¿Preguntas o comentarios?... los escucho y respondo.

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