DIOS ES EL AUTOR DEL MATRIMONIO.
Frente a las teorías surgidas a lo largo de la historia que han tratado de «explicar» la existencia y características del matrimonio a partir de situaciones como el azar, la evolución, el poder, las necesidades económicas o de producción, etc., la afirmación del origen divino del matrimonio pertenece a la fe de la Iglesia. Esa es la enseñanza constante de la Escritura y la Tradición, además del Magisterio de la Iglesia.
«El matrimonio y la familia proceden de Dios, son
obra de Dios y responden a un designio esencial, que El mismo trazó y que
sobrepasa las mudables condiciones de los tiempos, persistiendo inmutable a
través ellos. El matrimonio y la familia tienen una relación trascendente
con Dios. Cualquier concepción o doctrina que no tenga en cuenta suficientemente
presente esta relación esencial del matrimonio y la familia con su origen
divino y su destino, que trasciende la experiencia humana, no comprendería su
más profunda realidad y no podría encontrar el camino exacto para resolver sus
problemas».
Por otro lado, cuando se afirma que el mismo Dios es
el autor del matrimonio lo que se quiere decir son varias cosas:
a) Dios ha instituido el matrimonio en «los
orígenes» de la humanidad;
b) Lo ha instituido de una manera determinada: con
unas propiedades, fines y leyes propias que, por ser de la creación tienen un
carácter permanente y universal;
c) La determinación divina de «los orígenes» no
señala simplemente un ideal; se trata de una realidad palpable;
En las clases anteriores vimos cómo los libros de la
Sagrada Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, son explícitos
al afirmar que el matrimonio responde a las estructuras más íntimas del ser
humano. Y como Dios es el creador de esa humanidad y de las inclinaciones
que lleva inscritas, la conclusión es que el mismo Dios es el autor del matrimonio.
La diferenciación sexual orientada por el Creador a
la mutua complementariedad es el fundamento de la unión matrimonial. Así lo
interpreta el Señor cuando, en el diálogo con los fariseos sobre la
indisolubilidad une los textos de Gen 1, 27 («los hizo varón y hembra») y Gen
2, 24 («Por eso deja... se hacen una sola carne»).
Por otro lado, la bendición de Dios sobre el hombre
y la mujer para que transmitan la vida humana, indica también que la procreación
es otra de las finalidades inmanentes a la diferencia sexual querida por Dios y
que está en la base del matrimonio. Porque, aunque la transmisión de la vida
puede tener lugar en uniones ocasionales, es indudable que la dignidad personal
del hijo pide, como «necesaria», la unión estable del matrimonio.
Del matrimonio como «obra de Dios» tratan otros
lugares bíblicos, tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento, que no repasamos
ahora porque no se trata de hacer erudición.
Además, Dios mismo ha instituido positivamente
el matrimonio. Al respecto es absolutamente explícito el testimonio del
Señor al referirse a la indisolubilidad como propiedad que Dios ha querido
para el matrimonio: Dios lo ha instituido como indisoluble desde «el
principio».
Hay unanimidad en los Santos Padres al
proclamar el origen divino del matrimonio. Todos sostienen que el matrimonio ha
sido querido por Dios desde «el principio». En ese origen divino fundamentan la
bondad del matrimonio, sus propiedades, finalidad, etc.
Sin embargo, ya no es tanta la unanimidad a la hora
de explicar la realización de ese
designio originario de Dios. Por otro lado, no se debe olvidar que la mayoría
de las veces sus reflexiones sobre el matrimonio, a partir de los datos de la
Revelación tienen como finalidad salir al paso de los errores -principalmente gnósticos
y maniqueos- que negaban la bondad del matrimonio. Especialmente significativa
en esta línea es la obra de San
Agustín (siglo IV).
El Magisterio de la Iglesia ha insistido en el origen divino
de la unión matrimonial. Por referir algunos contextos de esas intervenciones
magisteriales, cabe señalar que ese origen divino ha sido proclamado para defender
la bondad y dignidad de la sexualidad y el matrimonio; para proclamar la unidad
e indisolubilidad; para afirmar el carácter objetivo de la institución
matrimonial que, en lo que respecta a su naturaleza y propiedades, no depende
de la voluntad humana; etc.
«Fundada por el Creador -dice el Concilio Vaticano
II- y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad de vida y amor
(...) una institución conformada por la ley divina (...) no depende de la decisión
humana sino del autor del matrimonio, que lo quiso dotado de unos bienes y
fines particulares»[1].
El matrimonio y sus leyes no pueden estar sujetas al
arbitrio de ningún hombre, ni siquiera al arbitrio contrario de los mismos
cónyuges. Esta es la doctrina de la Sagrada Escritura, la constante y universal
tradición de la Iglesia, y la definición solemne del Concilio de Trento, el
cual, con las mismas palabras del texto sagrado, expone y confirma que el
perpetuo e indisoluble vínculo del matrimonio, su unidad y estabilidad tienen
por autor a Dios[2].
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¿Preguntas o comentarios?... los leo y respondo.
[1] GS 48.
[2] Conc. Trento, Ses. 24, can. 1-12.
Me case hace 4 años, trato de hacer bien las cosas! En lo posible hice para honrar a mi madre y a mi padre! He orado tantas veces con mi esposo! Y no podemos concebir un hijo! Estamos llenos de deudas! Nuestros ingresos no nos permite seguir un tratamiento! No he podido tener ni mi propio negocio y mi propia casa! Siento que todo lo que trato de hacer es en vano!
ResponderEliminarNo Valquiria!!! Vamos a rezar para que el Señor los ayude y se mejore la situación económica, laboral, familiar y espiritual. Te encomendaré en la Santa Misa a diario. Entra en la página de Facebook de la Virgen de la Eucaristía.
ResponderEliminarGriselda.estoy casada hace 20años me dedique a mi família y marido,pero nunca valoro mi sacrificio y amor.me es infiel y ahora hay un hijo con su amante no se que hacer porqué amo a mi esposo pero ya no confio en el necesito un consejo.
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