INDISOLUBILIDAD DEL MATRIMONIO


Recordamos las propiedades del Matrimonio: el bien de los esposos (fidelidad); el bien de los hijos (procreación); el bien del sacramento (indisolubilidad).

Ciertamente la unidad y la indisolubilidad son propiedades diferentes. Una cosa es que la entrega recíproca sea exclusiva, y otra, que dure para toda la vida; para siempre. Pero se reclaman e implican mutuamente, ya que, en el fondo, no son más que dos aspectos de la misma realidad. Lo que es indisoluble no es otra cosa que la «unidad de los dos», es decir, la comunión conyugal en su unidad indivisible.

La indisolubilidad hace referencia a la permanencia del matrimonio que, una vez que se ha contraído, no se puede disolver.

Pero, dado que son dos las perspectivas desde las que es posible considerar esta propiedad -indisolubilidad intrínseca (la capacidad de disolver de los cónyuges) y extrínseca (disolución por parte de alguna autoridad)-, es necesario tratar separadamente una y otra posibilidad. Ahora vamos a ver la indisolubilidad intrínseca.

La indisolubilidad pertenece a la esencia del matrimonio. Cuando se afirma que, por el matrimonio, el hombre y la mujer que se casan forman una «unidad de dos», se habla de una unidad tan profunda que abarca la totalidad de las personas de los esposos, en cuanto sexualmente distintos y complementarios; y, por ello, connota necesariamente la perpetuidad. De lo contrario sería el matrimonio, parcialmente abarcativo.

Es una unidad que, por su propia naturaleza, exige la indisolubilidad. Por eso la indisolubilidad no puede entenderse como una condición extrínseca -un ideal, que está al margen de la esencia matrimonial-, yuxtapuesta al matrimonio; es el requisito indispensable de la verdad de la donación matrimonial, a la vez que su manifestación más genuina. Tan sólo de esa manera será posible vivir existencialmente el matrimonio como comunidad de vida y amor.

El consentimiento matrimonial como donación recíproca interpersonal, el amor conyugal a que da lugar, la dignidad personal de los esposos, el bien de los hijos reclama que el matrimonio, además de ser exclusivo -entre un hombre y una mujer-, sea indisoluble, es decir, para siempre.

La indisolubilidad es una dimensión esencial de la comunión conyugal por la que, una vez que ésta se ha constituido, ya no se puede disolver. No está en la voluntad de los cónyuges poder romper el vínculo conyugal que han contraído. En este sentido se dice que el matrimonio es intrínsecamente indisoluble, como vimos.

En el matrimonio cristiano esta indisolubilidad -como acontece respecto de la unidad- es «confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión [de los esposos] en Jesucristo dada mediante el sacramento del matrimonio». Adquiere un sentido y una significación nuevas que corresponden a la realidad, a la transformación que por el sacramento se ha operado en su unión matrimonial. El sacramento del Matrimonio refuerza la indisolubilidad porque actualiza la indisoluble unión de Cristo con la Iglesia.

En la fidelidad absolutamente incondicional e irrevocable de Cristo a su Iglesia, de la que el matrimonio cristiano es una participación real y específica, están el motivo y la significación más profundas de la indisolubilidad: «representar y testimoniar la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su Iglesia».

De la misma manera que no se pueden separar en Cristo su humanidad y divinidad (ni la Iglesia, de Cristo), así tampoco se puede romper la unidad de los esposos que se ha constituido por el sacramento.

El matrimonio viene a ser, en consecuencia, la manifestación histórica y visible del amor de Cristo a su Iglesia. Entre sacramentalidad e indisolubilidad se da una relación tan profunda que la indisolubilidad permite reconocer la sacramentalidad, y ésta, a su vez, es el fundamento último de la indisolubilidad.

Por este motivo, precisamente, no se puede hablar de «dos clases» de indisolubilidad en el matrimonio cristiano (la que le correspondería como realidad humano-natural y la que le pertenecería en cuanto sacramento). Es una, la misma indisolubilidad, eso sí, con un nuevo fundamento y con una nueva significación.

La sacramentalidad no se introduce en el matrimonio de los cristianos como una dimensión yuxtapuesta o paralela a la realidad humana-creatural. Es esa misma realidad primera la que, al ser asumida en el misterio de amor de Cristo por la Iglesia, es confirmada y ratificada en el sacramento.

En el sacramento los esposos cristianos encuentran últimamente la necesaria libertad y liberación de la «dureza del corazón» para vivir las exigencias de la indisolubilidad. En la sacramentalidad está la razón profunda de que la indisolubilidad no se deba reducir a un mero «ideal», al que los esposos deberán tender, convencidos, sin embargo, de que no podrán alcanzarlo jamás en su existencia.

Porque Cristo sale al encuentro de sus vidas y los acompaña, cuentan con los auxilios necesarios para superar las dificultades y responder siempre con fidelidad.

Por eso son dignos de reconocimiento y estima los esposos que, «aun encontrando no leves dificultades, conservan y desarrollan el bien de la indisolubilidad».

La consecuencia es que la indisolubilidad es una propiedad intrínseca y, por tanto, universal y permanente del matrimonio. No es sólo una exigencia ética y una disposición disciplinar.

Se produce en el vínculo conyugal una indisolubilidad de tal naturaleza, que hace que cualquier otro vínculo, no sólo sea ilícito, sino que ni siquiera pueda surgir (sea inválido). El simbolismo de la unión de Cristo y de su Iglesia -enseña San Agustín- está en la base de la indisolubilidad del matrimonio cristiano.

Cuando tengo que celebrar una Misa de aniversario de matrimonio me gusta resaltar en la homilía que indisolubilidad es posible, que es un momento de festejo al que deberían participar muchos, para comprobar que el matrimonio no es descartable. A pesar de las dificultades, el matrimonio es indisoluble, ¿no te parece?

------
Preguntas o comentarios?... los leo y respondo

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿QUE DICE EL NUEVO TESTAMENTO SOBRE EL MATRIMONIO?

MATERIA, FORMA Y MINISTRO DEL MATRIMONIO

LA INDISOLUBILIDAD MATRIMONIAL EN LA BIBLIA