EL DISCÍPULO AMADO EN EL ORIGEN DEL EVANGELIO

Como se verá, el evangelio, tal como ha llegado a nosotros, no se escribió de un tirón, sino que es seguramente fruto de un proceso laborioso. No obstante, el propio evangelio se remite a un discípulo como fuente del texto escrito que conservamos. En 21, 24 se dice: Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.

Ese “discípulo” es el mencionado poco antes, en 21, 20: aquel discípulo que Jesús amaba, el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: Señor, ¿quién es el que te va a entregar?[1]. De este discípulo también se nos dice que se extendió el rumor de “que no moriría”, pero bueno, esto no hace a la cuestión de la autoría del evangelio.

También ese discípulo es mencionado asimismo al pie de la cruz: Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba…”.

Con él parece que se debe identificar el evangelista, el que fue testigo de su muerte y proclamó: El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero.

Este discípulo va con Pedro a ver el sepulcro vacío.

Era, por tanto, uno de los más cercanos, uno de los siete que son enumerados al comienzo de la escena de la pesca milagrosa en el último capítulo del Evangelio: Simón Pedro y Tomás –el llamado Dídimo–, Natanael –que era de Caná de Galilea–, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Es decir, está entre ellos, los cercanos, cuando se les aparece el Señor resucitado en las orillas del lago: Aquel discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro…[2]. O se refiere a uno de los hijos del Zebedeo o a uno de los dos cuyos nombres desconocemos.

De lo visto se deduce que en el origen del evangelio está el testimonio de lo que ha visto un discípulo amado por Jesús. En la próximo claes veremos la identificación del discípulo amado.

Pero, además, si nos atenemos a los datos que nos ofrece el Evangelio, podemos también decir que su autor era alguien que conocía la Palestina del siglo I y estaba familiarizado con las tradiciones, costumbres y fiestas de Israel.

El evangelista refiere detalles concretos de Palestina que no son mencionados en los sinópticos: el pozo de Jacob junto a Sicar, la piscina de Betzata, la piscina de Siloé, el pórtico de Salomón en el templo, la distancia entre Betania y Jerusalén, el huerto, al otro lado del torrente Cedrón y el Litóstrotos.

Algunos de ellos han sido confirmados por descubrimientos arqueológicos posteriores u otras fuentes. Otros, como Betania al otro lado del río Jordán y Ainón cerca de Salim todavía no han sido identificados.

En cualquier caso, el autor del evangelio es alguien que estaba bien informado del lugar en el que se desarrolla la historia que narra.

Del texto se desprende que quien lo escribió es un hebreo, que conoce muy bien el Antiguo Testamento y basa sobre él la interpretación de la vida de Jesús.

Asimismo, parece que está familiarizado con los recursos argumentativos de tipo rabínico: Jesús les contestó: ¿No está escrito en vuestra Ley: "Yo dije: «Sois dioses»"? Si llamó dioses a quienes se dirigió la palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar, ¿a quién el Padre santificó y envió al mundo, decís vosotros que blasfema porque dije que soy Hijo de Dios?).

Es también conocedor de las tradiciones judías y está interesado por sus fiestas. Menciona las fiestas de la Pascua, de los Tabernáculos, de la Dedicación y del sábado, y muestra un conocimiento de los ritos y de la teología que existía en torno a esas fiestas (por ejemplo, el sentido del sábado, la importancia del agua y de la luz en la fiesta de los Tabernáculos, etc.).

Además refiere explícitamente algunas costumbres judías (las tinajas con agua para las purificaciones de los judíos; no entrar en el Pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua; la costumbre de subir a Jerusalén por las fiestas; la alusión al cordero pascual al indicar que se cumplía la Escritura: “no le quebrantarán ni un hueso”; quizá la mención de la túnica sin costuras, como una referencia a la túnica del Sumo Sacerdote).


[1] Cf. 13, 23: Estaba recostado en el pecho de Jesús uno de los discípulos, el que Jesús amaba.

[2] Por su carácter anónimo, a menudo se le ha considerado como uno de los discípulos del Bautista que al comienzo del evangelio siguen a Jesús y se quedan con Jesús aquel día (Cf. 1, 37-40). Esto ya lo vimos. También se le ha identificado con el discípulo que introduce a Pedro en casa del Sumo Sacerdote durante la pasión de Jesús. Como no se dice que era el discípulo amado (puede ser otro), algunos identifican al evangelista con ese discípulo y recurren a este texto para negar que Juan el hijo del Zebedeo, un pescador de Galilea fuera el que escribió el evangelio, ya que no podría ser un pariente o conocido del Sumo Sacerdote. Sin embargo, el texto no excluye que pueda entenderse como conocido de alguien de la casa del Sumo Sacerdote, ni que familias sacerdotales de Jerusalén tuvieran negocios en Galilea, como se ha sugerido que pudiera haber sido el caso de Zebedeo.

Comentarios

  1. Qué recopilación de datos Padre Salvador! Muy bueno!

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  2. Gracias Juan por una publicacion tan importante!!!!Abrazo!!!

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  3. P. Salvador muchas gracias por las publicaciones, son excelentes, nuestro Padre quiere que nos "metamos" en la vida de los que nos rodean; le mando un gran abrazo!

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