QUÉ AMABLES SON TUS MORADAS, SEÑOR

Cuando se terminó de construir el Templo de Salomón -el primer templo-, se trasladó el Arca de la Alianza, que conservaba en su interior las Tablas de la Ley, a la casa de Dios. El capítulo 5 del II° libro de las Crónicas nos relata lo que sucedió aquel día histórico.

Después de guardar el Arca en el Santo de los Santos, el lugar asignado para su custodia, “sucedió que, cuando los sacerdotes salían del Santuario -todos los sacerdotes presentes se habían purificado, sin tener en cuenta los turnos-, los levitas cantores, a saber, Asaf, Hemán y Yedutún, sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie con címbalos, arpas y cítaras al este del altar; y junto a ellos ciento veinte sacerdotes tocaban las trompetas. Los que tocaban y los que cantaban se hacían oír al unísono, y a una sola voz alababan y celebraban al Señor. Alzaban la voz al sonido de las trompetas, de los címbalos y de otros instrumentos para alabar al Señor diciendo: «Porque es bueno, porque su misericordia es eterna». Una nube llenó el Templo del Señor, y los sacerdotes no pudieron permanecer allí ni realizar su sacrificio a causa de la nube, porque la gloria del Señor había llenado el Templo de Dios”[1].

“Qué amables son tus moradas, Señor de los ejércitos”[2]. En la terraza del Palacio de Castel Gandolfo dice: Aquí el aire es más puro y el cielo más abierto, aquí Dios es más familiar.

El Templo hoy no existe, después de su destrucción como veremos. Sin embargo, la nostalgia es activada en el pueblo judío, cuando se da la oportunidad. Por ejemplo, cuando un judío se casa, piensa que está construyendo un hogar como el de Dios, pero el hogar de Dios ha desaparecido -el Templo- desde el año 70, por eso hay un momento en la ceremonia, de recuerdo y de tristeza. Se rompe una copa con añoranza del templo destruido. Siempre hay una ocasión para recordar la casa de Dios. Esa ceremonia se podrá ver porque fue llevada al cine en la película El violinista en el tejado.

La fiesta de la Dedicación, que es el recuerdo de cuando los Macabeos recuperaron el Templo profanado por Antíoco IV, rey de Siria, en el año 164 a.C.[3], los judíos la celebran con la mayor solemnidad posible hasta el día de hoy. A esta fiesta la llaman la Janucá, que significa rededicación.

Lo que ocurrió en su momento, es que los Macabeos recapturaron y rededicaron el Templo. Lo primero que hicieron fue tratar de encender la menorá, o la lámpara del Templo. La menorá debía de estar encendida continuamente, ya que representa la luz de Dios. Pero en el Talmud (un texto con tradiciones rabínicas) se hace hincapié que solo había aceite suficiente para encender la lámpara solamente por 1 día. Milagrosamente el aceite duró 8 días, tiempo suficiente para que los sacerdotes produjeran un nuevo aceite, evitando que se extinguiera la luz, por eso Janucá es también llamada la Fiesta de las Luces y, obviamente, dura 8 días.

Jesucristo honró esta fiesta con su presencia[4], pero no se sabe si esa celebración anual se trataba del aniversario de la primera dedicación del templo que construyó Salomón, o de la segunda después de su reedificación por Zorobabel. Igual, hoy se vive la fiesta de la Dedicación.

[1] II Cn 5, 11-14
[2] Salmo 84
[3] En el libro El valor divino de lo humano, de Jesús de Urteaga, se cuenta esa rebelión que relata la Biblia.
[4] Jn 10, 22

Comentarios

  1. Isaías 66, 1-2. ¿Los judíos no leen? ¿Por qué quieren construir el tercer Templo?

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