EL PROLOGO DEL ECLESIÁSTICO

 El exilio en Babilonia ocurrió en los años 500 o s. VI a.C. y duró alrededor de 70 años. Podemos decir que todo ese estuvo marcado por la deportación, gracias al rey Nabucodonosor.

A partir del s. V -también llamada la época persa-, es decir, durante los años 400 a.C., las fuentes hebreas se llaman a silencio. Hay muy pocos testimonios que nos digan qué pasó, no sólo en ese siglo sino entre el siglo V y el II a.C.

Esto es importante porque durante esa época pareciera que la literatura bíblica empezó a cerrarse y a solidificarse. Por ejemplo, la Torá o Pentateuco, en cuanto libro fundamental de la identidad de Israel, tal como la conocemos nosotros hoy, tomó cuerpo entre el s. VI y IV a.C. Prueba de ello es que la versión de los LXX -versión griega hecha en Alejandría- se escribió en el s. III a.C. Es decir, en ese momento el Pentateuco estaba conformado, aunque no tenemos testimonios escritos.

Prueba de ello es que en los rollos del Qumran, el Pentateuco está completo como lo conocemos hoy.

Los manuscritos del Mar Muerto son llamados así por haberse encontrado en las cuevas del Qumran, en la Cisjordania a orillas del mar Muerto a partir de 1946. Se trata de una colección de 972 manuscritos escritos en hebreo y en arameo. La mayoría datan del año 250 a.C. al 66 d.C., antes de la destrucción del Templo por los romanos.

Es una prueba irrefutable de lo que estamos diciendo: esos rollos están datados en esas fechas y conservan el Pentateuco completo. Está muy claro la Biblia para ese tiempo estaba completa.

Pero desde el punto de vista literario tenemos un elemento, apócrifo para los hebreos y deuterocanónico para los católicos, que es el libro del Eclesiástico, del que tenemos referencia por el testimonio en la versión griega de los LXX.

Fue escrito antes del primer tercio del s. II a.C. -finales del año 200- y su autor fue un maestro de Jerusalén llamado Simón hijo de Ben Sirac. Como vimos, no hay testimonios arqueológicos hebreos originales sino su versión griega de los LXX.

Mucho tiempo después se conocerá el texto hebreo entre las páginas de la Genizá de El Cairo[1] en el s. XIX y en rollos descubiertos en las cuevas del Qumram en los años ‘60.

Pero lo interesante es que esta obra tiene un Prólogo hecho por el traductor del hebreo al griego, que es el nieto de Ben Sirac, en el que dice: la Ley, los Profetas y los libros que fueron escritos mucho después nos han trasmitido muchas y grandes enseñanzas. Esto significa que para el s. II a.C. las dos primeras partes de la Biblia estaban conformadas, y la tercera estaba en vía de integración, porque hace referencia a una serie de libros escritos después, sin decir cuáles son.

En primer lugar -sigue diciendo el Prólogo- se dedicó a la lectura de la ley y los profetas, y de los demás libros recibidos de nuestros antepasados.

Para el s. II a.C. esos libros eran prestigiosos, importantes, inspiradores. Vale la pena señalar que todavía no estamos hablando de la Biblia hebrea sino de las partes de lo que más adelante la constituirá.


[1] La Genizá del Cairo es un depósito de aproximadamente 200.000 manuscritos judíos que datan de 1870 a 1880. Es el depósito de archivos sagrados de la sinagoga Ben Ezra en El Cairo. En total, los historiadores han identificado más de siete mil documentos, la mitad de los cuales se han conservado en su totalidad. ​ Estos textos están escritos en hebreo, judeo-árabe y árabe. Los temas tratados son muy diversos (vida cotidiana, intercambios comerciales, disputas legales, traducciones, comentarios y copias de la Torá, gramáticas hebreas, etc.). El estudio de estos archivos fue realizado a finales del siglo XIX. Hoy, toda esta documentación se encuentra en Cambridge.

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